Era el tiempo de soñar: ...con los pajaritos preñados [Spanish]

Tras un frustrado intento de regreso a Chile en 1984 y tras deambular por Latinoam rica en in til busca de un pa s donde vivir y so ar, el autor y su grupo de teatro expulsados del que consideraba su continente, regresa a Europa. En la luminosidad de los amaneceres de R terdam el autor termin este manuscrito dos a os antes de que el dictador abandonara el poder tras perder un plebiscito en 1988 y en 1990 se permitiera el regreso de los exiliados. En la luminosidad de los amaneceres de R terdam el autor termin este manuscrito dos a os antes de que el dictador abandonara el poder tras perder un plebiscito en 1988 y en 1990 se permitiera el regreso de los exiliados. El manuscrito terminado fue enviado a la madrina del boom, Carmen Balcells. Un d a, el 25 de agosto de 1988, el cartero sonriendo le alarg un sobre en el que se le a, escrito con m quina amiga y cuidadosa, el nombre del autor. El membrete del sobre dec a Agencia Literaria Carmen Balcells, la carta la firmaba Carina Pons, la mano derecha de Carmen, quien le comunicaba que tras leer el manuscrito pensaban que el texto podr a tener muy buena acogida en las editoriales Lumen y Grijalbo, de Barcelona, y Alfaguara de Madrid. Y que de ah en adelante hab an designado a Javier Aparicio como mi contacto con la agencia. Alfaguara, Lumen y Grijalbo, nombres m gicos que anunciaban una nueva era, sin embargo, al igual que pasara con la lista maldita de los 5000 una sombra se atraves en el camino. La primera se al fue un llamado de Javier diciendo que los editores ped an un cambio de nombre, que los p jaritos pre ados pod a sonar sarc stico en un momento de tragedia. Los pajaritos pre ados desaparecieron en el espacio. La segunda se al fue decirme que el exilio chileno podr a ofenderse por lo que parec an algunas cr ticas y por el humor del texto. Al parecer no eran tiempos de cr ticas, de pensar fuera del riel y menos a n de re rse. La tercera se al fue el silencio que acompa a los manuscritos enterrados, una sombra negra se hab a atravesado nuevamente en mi camino, pero esta vez no era la sombra de la dictadura y no por ello era m s amable puesto que la nueva sombra era nuestra sombra. Hoy, los pajaritos pre ados vuelven, desentumecen sus alas en la red y se entregan a los lectores. Al releerlo veintiocho a os m s tarde entend por qu los comisarios no pod an dejarlo pasar y por qu hoy, al igual que ayer, no lo dejar an pasar.